lAS PIONERAS DE ESTA OBRA
DE DIOS
Somos mujeres comprometidas en la búsqueda de la auténtica felicidad
Depositarias y guardianas de los tesoros más sublimes de Dios: María, la Iglesia y los Sacerdotes
Nuesta naciente comunidad es joven, no solo por el tiempo que llevamos, sino porque nuestra vida y nuestro corazón son jóvenes. Nuestra comunidad es proyeto de Dios para ayudar a la redención del mundo.

FUNDADORA
Hermana Liliana Martínez Giraldo
EL HALLAZGO DE UN TESORO
“El Reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.” (Mt 13, 44).
Mi encuentro con él no ha sido ni un mito ni una leyenda ni un cuento, ni mucho menos un sueño. Es una realidad palpable. Viví una niñez libre y una adolescencia llena de desafíos y expectativas. Comencé a experimentar una presencia diferente de todo lo que venía viviendo; hasta entonces; no sabía llamarla por su nombre; era como una fuerza dentro y fuera de mí, que se me figuraba como una persona a mi lado; El amor a la Santísima Virgen fue el faro que alumbraba mi camino.
Una noche, cuando reposaba mi pensamiento en lo que sería mi vida, me encuentro buscando un tesoro; me encontré con un cofre grande y precioso; llena de alegría, me dispuse a abrir el cofre. En ese momento quería saber qué había dentro y al instante desperté. Fue el sueño más maravilloso de mi vida. Quedaban algunos interrogantes: ¿Qué hay dentro del cofre? ¿Qué clase de tesoro era ése? Preguntas que con el tiempo el Señor me ha ido respondiendo. Me convertí, así, en una buscadora del amor de Dios, con unas ganancias extraordinarias y continuas: alegría de vivir, acogida a mis hermanos, encuentros íntimos con él, anhelos de cambios en mi vida, necesidad de estar con el Maestro y anunciarlo, entrega total al servicio de las almas.
¡Me dejé seucir! Ingresé a un monasterio de vida netamente contemplativa, perteneciente a la Orden de la Inmaculada Concepción, donde me sentí una mujer libre, una cristiana convencida y la consagrada más amada del universo. En aquel lugar vibré veinte años escuchando la voz del Señor, en lo pequeño y en lo grande, en los triunfos y dificultades, en las alegrías y tristezas, en la luz y en la oscuridad, en el empezar y en el terminar de la vida cotidiana. Me sentía el comerciante más rico del mundo.
Comparo la vida consagrada con el cofre donde se guardan los tesoros de Dios; todo mi ser es la vasija donde Dios deposita su gracia y el amor de Jesús. Venderlo todo, para obtener todo, es realmente satisfactorio y aún más, cuando te das cuenta de que entre más das, más recibes y más te exigen.
Me sentía rebosante de alegría y exuberante de donación; pero percibía vagamente quedebía compartir mi vivencia; es entonces cuando siento que el Señor me hace una nueva invitación a desinstalarme y confiar en él; a que me decida a “lavar los pies a sus discípulos como él lo hizo” (Jn 13,5); y así ha sido: aquí estoy con amor, alegría y sencillez, buscando caminos para encontrar a Cristo en los sacerdotes ancianos, enfermos y necesitados.
El rostro materno de Dios es lo que quiero irradiar, como lo hizo María; como lo hizo Santa Beatriz de Silva, y como lo haremos muchas más en medio del universo sacerdotal.

NUESTRO COFUNDADOR
Pbro. Libardo Esaú Zapata Yepes de la Diócesis de Santa Rosa de Osos.
Fiel seguidor de la iglesia y cofundador incansable de la obra. Antes de iniciar la obra, su ayuda y su presencia han sido no solo constante, sino eficaz; su oración, su entrega, su capacidad intelectual y sus dotes físicos y económicos siempre han sido desplegados al servicio de la misma.
El Presbítero Esaú es acompañante espiritual, formador de las hermanas y coordinador de esta nueva obra de manos de la hermana Liliana.
Día a dia hemos ido compartiendo los logros y dificultades que implica una formación, (carencias, desconciertos, alegrías, triunfos, esperanzas, fracasos y mucha paz). En él, la comudad encuentra un apoyo incondicional y una figura sólida de lo que es Jesús Sumo y eterno sacerdote para nosotras